miércoles, diciembre 31, 2008

 
Posted by PicasaEl día que vino Francis.

La memoria de Pili, la parienta, reconstruye una conversación telefónica. Fue el día que vino Francis.
Pili había salido de compras y la custodia del teléfono - que es tánto como decir de la casa- le fue confiada a mi suegra, Basi.
Entonces sonó el teléfono:
- ¿ Quién es.? ¿ Francis, qué Francis ? ¿ Tú quién eres, hermoso. ? ¿ El hijo de Aurora y Gisleno.? ¡ Hombre, ya caigo, si tu madre y mi Juliana iban juntas a la escuela en Tébar ! ¡ Más listas que el hambre las dos ! - Al otro extremo Francis no paraba de reirse.
Sí, hermoso, ya se quien eres: el nieto de la Rafaela y Segundo. El guacho de Aurora y Gisleno.
¿ Y tenéis otro guacho, el pequeño ? ¿ Cómo ? Alex. Ah. Muy bien.Leonardo no está pero, tranquilo, que en cuanto venga yo le dejo recado. ¡ Venga, un beso, hermoso !


- Siempre que me acuerdo de tí, te veo dibujando, en el patio de Tébar. Un dibujo y otro. Sin parar. Y charlamos. En el patio.
Brindamos por los buenos tiempos.
Antes de las primeras miradas para reconocernos te levantas de la silla, abres los brazos.
- ¡ Un abrazo, primo !
Intento entrar en la improvisada tertulia. Pero te alzas otra vez.
- ¡ Cuánto tiempo !¡ Otro abrazo !
Luego otra vez más.
- ¡ Estamos de fiesta ! ¡ Otro más !
Decidimos ocupar un rincón más tranquilo en el pub, con sillones más confortables.
- Estoy preparando una novela, ambientada en el siglo XVIII. El protagonista es un dibujante. Amplía el campo de acción. Igual dibuja a un pobre que a un noble. Conoce las casas humildes y los palacios.
Esto lo decía Francis en aquel tumultuoso bar de Mislata donde acordamos reunirnos. Tú esperabas con Antonio y Arsenio. O mejor decir te esperábamos porque aquel era el día que volvías. Después de tántos años.
Yo no se qué música oíamos de fondo. Ahora, mientras escribo suena Scot Gil Heron porque esto es el recuerdo.
Volvíais del Palace de Valencia, de la presentación en sociedad de: " El día del Watusi. "
- Y un par de pícaros, eh, Antonio y Arsenio. Vosotros dos podíais pasar por dos pícaros centroeuropeos.
Luego una larga sonrisa y la mirada brillante me enfoca y a bocajarro dices:
- ¿ Aún lees a Hesse.?
Yo me sorprendí y tuve que regresar a esa juventud compartida, al patio y las calles del pueblo, al Pantano. Hacía tánto tiempo. Aquello era el pasado, el reino de todas las ilusiones.
Te confesé que no tanto y reconocí mi desmesura lectora. Que de allí pasé a Camus y algunas obras teatrales de Sartre, las modas orientalistas, Boris Vian y los escritores de la costa oeste de California pero añadí, como disculpándome, que todo aquello había quedado en alguna esquina del tiempo.
- Hay otros autores. Muchos escritores interesantes.
Por más que dijera nombres tú ya los conocías y resumías tu parecer literario con un giro de cabeza: Aprobado a medias. O asentías: Sobresaliente. Y ampliabas mis breves reseñas críticas con un entusiasmo delirante y contagioso si por ejemplo eran Saul Below o Lem.
Luego nos adentramos en la noche de Valencia a bordo del Laguna rojo de Arsenio.
- ¡ Qué coche más amplio. En este caso para oir música. Arsenio ¿ Tienes algo de John Cale, la Velvet.?
Y Antonio abría el estuche de los cedes y escudriñaba:
- A ver. Los Chichos, Enrique y Ana.¡ Jovar Arsenio, menuda discografía! ¡ Aquí está: John Cale!
Repantingado en la parte derecha relatas la participación del músico en " Antártida." Tu primera película como guionista.
El automóvil, a esas horas de la noche, es una nave espacial que nos deja en la puerta de " Maruja Limón." que está cerrado y nos obliga a guarecernos en " Colores." que está enfrente.
El local esta repleto. Pero nos abrimos paso discretamente hasta lograr un apostadero junto a la sonrisa de la camarera. Allí la música nos obliga a un lenguaje esquemático hecho de signos, sonrisas y brindis con los tubos amarillos de fanta, whisky y alegría por el reencuentro.
Y me di cuenta que compartir la celebración de tu libro era un acto lleno de generosidad.
- Cuesta mucho un libro. Como para no celebrarlo.

Y luego ya no recuerdo si soy yo el que se iba porque ya eran casi las cuatro y entraba al trabajo a las dos de la tarde. Pero la noche era un paraiso recuperado que alargábamos antes que acaben los sueños y empiecen las obligaciones.
- Tú al trabajo y yo a los actos promocionales. Una entrevista en la radio a las ocho de la mañana. Cómo fastidian estos actos. Qué mal viene en ocasiones; en todas.
Y carcajadas.
- Carmen, la Balcells, dice que escribo como quiero pero que hablar no es lo mío. Y yo también lo digo pero no me sirve de nada- sentenciabas con una carcajada espléndida.
- Al final de " El día del Watusi ", en agradecimientos, le digo que a sus pies me genuflexo. Es la única.
Esa noche tenías El triunfo de un as en la bocamanga del traje azúl de príncipe de las letras que conoce El secreto de las fiestas.
- Quédate unos días.¿ Volverás ?
- Igual venimos María y yo para Fallas que yo no las conozco.
- Tu libro anterior fue Un enano español se suicida en Las Vegas. Mañana hablarás de El día del Watusi. ¿ no ?
- Sí. A las ocho. Seguimos un poco. Si supieras Lo que se de los vámpiros.
Vente a Barcelona.
- Sí que me gustaría. Recuerdos para tus padres y Alex. Un abrazo, Francis.
- Y dos y tres. Venga.
La noche olía a azahar, a sueños de adolescente, tímido, sensible y sabio
que consigue el triunfo y lo comparte.
Era una noche importante, la noche del día que vino Francis.

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